infinitamente destilada, participa de una paradójica soledad. El sujeto se encuentra sólo, pero no es una soledad desgarradora, es la soledad del que atiende pasivamente la venida. Ese abandono a la espera permite la quietud y la armonía. Las instantáneas de Inhabitados alargan sus dedos tratando de capturar el acto de espera absoluta, elevándolo a una categoría cuasireligiosa.
Miguel V. Espada