Low Cost es un viaje a diez ciudades diferentes de diez países diferentes, divididas en tres trayectos. La selección de las ciudades surge de una serie de normas autoimpuestas basadas en las compañías de bajo coste de forma que pudieran ofrecer cierta aleatoriedad a la selección. Las normas preestablecidas eran: La ciudad de salida y destino de cada trayecto sería siempre Madrid, una estancia de 3 días en cada ciudad, imposibilidad de repetir país y precio máximo de 30 euros por vuelo. De esta forma la planificación previa de los trayectos se convertía en una especie de algoritmo matemático en el que conseguir encajar las distintas ciudades.
A diferencia del tren, la opción de transporte aérea implica romper esa sensación lineal en la que puedes ir apreciando los cambios de paisaje y de arquitectura de un espacio a otro. El avión ofrece una pantalla en blanco entre ciudad y ciudad, un reseteo fugaz.
Low Cost se convirtió en un reto, una primera vez para salir a la calle con la cámara de fotos. Acostumbrada al control absoluto en mis trabajos anteriores, en este caso la improvisación es obligatoria bajo un sol dictatorial que se niega a seguir tus instrucciones como lo haría un flash de estudio. Observando el trabajo terminado es fácil imaginarme a lo largo de las ciudades buscando con ansiedad pequeños espacios de intimidad, de silencio, de quietud donde poder trabajar, incluso donde poder esconderme.
