Tal vez inconscientemente, Isabel Tallos no sólo ha realizado para este proyecto viajes que le permitiesen una reflexión en torno a este ritual de la sociedad de los siglos XX y XXI, sino que ha realizado un metafórico viaje por toda su trayectoria: cada rincón le ha hecho brotar, como una especie de flashback, como un recuerdo, una imagen ya realizada por ella. ¿Acaso es extraño enfrentarse a situaciones como éstas cuando uno viaja y se halla en un entorno ajeno?¿No afloran recuerdos, espacios e imágenes al ver otras completamente nuevas?
La relación del cuerpo con el espacio ha sido un asunto central en la obra de Isabel Tallos. A veces, en un rasgo performativo, intentaba escapar de unos opresivos cubículos, otras parecía vencida ante la magnitud del espacio convirtiéndose en un mini-yo. Esta cuestión persiste en Low Cost, en la que la figura humana parece interactuar, mimetizándose por momentos, con los espacios que la cobijan. Así, la ausencia, el vacío o el silencio que transmiten los escenarios son igualmente asumidos por el personaje que deambula o permanece en ellos, habitualmente incomunicativo, parco en sus emociones, contenido, como esa arquitectura que visita.
La adopción que hace la figura humana de las características espaciales, ese mimetismo (disolución del individuo en el espacio o asunción del espacio por el individuo) al que se refirió en los años treinta Roger Caillois bajo el término de psicastenia, y que arrojan un ser ausente, permitiría asimilarlo a un espectro o fantasma. Estos se ajustarían con precisión a la rutina y sentido del turista o viajero: un ser en tránsito y que tendrá una presencia efímera frente a lo perdurable del escenario. En cualquier caso, maximiza la sensación de lo eterno de la arquitectura y lo fugaz de la persona representada, lo rotundo de la primera y lo frágil de la segunda. Se desprende de aquí una dialéctica, la de lo físico y lo espiritual, cara a Isabel Tallos.
